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YOGURES


 

Cuando yo era chico, muy chico, la leche la vendía el lechero. Un señor que repartía por las casas la leche de vaca o de cabra recién ordeñada. Venía con unas ''lecheras'' y te la echaba en un cacharro que en mi casa era una olla de esas rojas con el filo negro esmaltado.

Yo no conocía las palabras pasteurización y mucho menos esterilización o ''UHT''. Pero ni yo ni los adultos, no creáis. La leche se hervía y punto.

Si el lechero llegaba  a tu casa y no estabas, se llevaba tu leche y la hervía en su casa . Luego iba el niño a recogerla.

Hervir la leche era delicado. Había que estar atento para que no ''subiera'', porque si eso ocurría, los quemadores de la cocina de gas se ponían perdidos y mamá tenía faena para rato. Oye, que lo de la vitrocerámica es de antes de ayer .

Incluso había cacerolas especiales  con un aditamento que se supone lo  impedía .

Luego he sabido que la leche ''subía'', porque era extraordinaria, muy rica en nata, muy sabrosa, no como lo que hoy día bebemos con el nombre de leche.

Luego vino Colema.
 En la puerta de Colema, en la ''carreteracadi'', había un cartel que ponía que se había construido con la colaboración de Unicef.  Sí, sí, . La leche ya llegaba  en bolsas ''pasteurizadas'' , pero también a algunos colegios en aquellas botellitas rechonchas , como parte de una campaña contra la malnutrición infantil.

Eran los tiempos en los que se merendaba un cacho de pan con una pastilla de chocolate o un mendrugo con un hoyito de aceite con azúcar.

Pues sí, señor Cañete, Unicef nos ayudó a que la leche que llegaba a las casas de los malagueños no matara a la gente de fiebres maltas o de enterocolitis.

Se llama progreso.

El yogur vino después. Mejor dicho el ''Danone''. Sólo había una marca. Y muy pocos sabores.
De vainilla, de fresa, de chocolate y de caramelo. El de caramelo era mi favorito.

 
Muchas veces la leche se ''cortaba''. El clima de Málaga favorecía la fermentación en la época de las  fresqueras en los corralones o de las neveras en los pisos de las barriadas. El frigorífico también llegó después , a plazos, como tantas cosas.

Y el Estado se preocupó de hacer leyes que favorecieran la salud de los ciudadanos. Cada vez más estrictas, sobre todo después de algo llamado ``la colza'', si usted recuerda señor ministro.

Y yo no se los yogures que se habrá comido usted en África,  pero lo que si se es que no quiero que los niños de aquí coman como los niños de esa África que usted dice, sino que los niños de África coman con la seguridad de los niños de aquí. Sin cóleras, ni disenterías.

Las normativas previenen enfermedades. Como las vacunas.

 
Puede que gente poco formada en materia de salud pueda decir eso de ''mira los gitanos que viven en las chabolas y no se ponen malos'' ( lo cual es un maldito tópico, porque si que se ponen malos , muy malos y para eso están las estadísticas) , pero un ministro no puede permitirse nada similar . No mientras haya algunos que recordemos las hambrunas de la posguerra que nos recuerdan nuestros abuelos, ni en nuestros recuerdos de niño existan compañeros de clase poliomielíticos con aquellos ''hierros'' ortopédicos que parecían sacados  de la inquisición.

Puede que haya resultado tremendista lo que he escrito para algunos.

Puede que ciertamente estemos derrochando comida y que las fechas de caducidad puedan alargarse  gracias a la moderna tecnología de las cadenas de frío. Puede que sí. Pero eso se dice con cifras, estudios, estadísticas, opiniones de expertos en salud alimentaria.
Entonces , a lo mejor tiene usted credibilidad. Los políticos, señor ministro, estáis pasando por una etapa de desapego a los ciudadanos que no permite bromas ni frivolidades. No os las toleramos.
 
Un saludo mientras me tomo un bífidus de esos que dan diarrea sin estar caducados.
 
 
 
 
 

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