Aquí hubo altos hornos pero se los
llevaron, decían los viejos. Y textil. Y vino. Había agricultura. Y
pesca.
No era para tirar cohetes, pero era
como en todos lados.
Pero alguien descubrió que lo mejor
era vender el sol. Que los altos hornos y todo eso, mejor para los
helados nortes.
Y llegaron los 60 y aquí un inglés se
comía una paella por un duro, un alemán se bebía toda la Victoria
del mundo por tres pesetas y una sueca se acostaba con un Paco de
balde. Y los madrileños y los catalanes, que, pobrecillos, vivían
tan mal en invierno que tenían que venir aquí en verano. Nosotros
éramos sus baratos anfitriones.
Los pescadores se hicieron camareros de
chiringuito y los agricultores albañiles de hoteles y bungalows.
Estuvo bien, se ganaba pasta y además
los cronistas nos ponían como ejemplo de modernidad en la España
gris de mediados del Régimen.
Al olor de la pasta vinieron muchos .
''Un poné'' vinieron los de Sofico.
Y ya se sabe que el olor del dinero es
muy atractivo. Entonces nuestros maravillosos políticos que eran
marionetas de los inversores de la época, pensaron que había que
traer ''turismo de calidad''. Gente con billetes.
Y vinieron los moros. Los árabes,
quería decir.
Su riqueza procedía del azaroso
petróleo, que les salió por allí ( ya podía haber salido por la
Antequera , coño, como el sol.).
Nosotros tan a gustito, comentando las
propinas que daban y aquello de que un día uno tuvo un accidente con
un Seiscientos de un nativo y le dio un cheque por valor de lo que
valía un Mercedes.
Pero eran pocos, hacía falta más. Lo
puertos banuses y todo eso nos deslumbraba.
Una máscara parecía impedirnos
siquiera plantearnos el origen de esas fortunas que lucían barcos en
la dársena y lujo en las fiestas nocturnas. Al fin y al cabo eramos
sus sirvientes y de vez en cuando dejaban caer alguna migaja.
''Callaítos'' estábamos más guapos.
La inercia nos llevó a los giles,
romanes, y rocas. Incluso los votábamos. Se rieron de la democracia
que había costado la cárcel cuando no la muerte a tantos.
Pero pusieron Marbella preciosa. Con
maceteros y todo por las calles.
La paella ya no vale un duro y la
Victoria es de una multinacional. Los boquerones vienen de Italia.
Y ahora les toca a las mafias rusas.
Pero ''quearse callaos'' . ''Pero es que hay tiroteos y asesinato y
tal''.
Sssssssssssssssss, Calladitos.
El turismo ni tocarlo, que hay que
mimarlo, que es lo que tira de la economía.
¡Pues claro hijos de puta! ¿ Os
habéis preocupado de que haya ''otra'' economía?.
La textil en Cataluña, o en Galicia ,
o deslocalizada en Marruecos, en la India o en China. La industria en
el País Vasco o en Madrid. La agricultura en Navarra. Los vinos en
la Rioja, donde por cierto es muy superior a la nuestra, la calidad
de vida mensurable. . La de los sociólogos, no la de los poetas.
Aquí le dimos el último arreón al
turismo con la burbuja. Exprimido.
Y ahora hay que replanteárselo.
El turismo naturalmente que sí.
Pero algo más: Lo del parque
tecnológico está muy bien. Pero hay que apoyar a los ganaderos que
están remontando el caprino, los quesos se cabra de los montes y de
la serranía, el chivo lechal, el aceite, la almendra , los viñedos.
Dicen que se está volviendo al campo y
eso está muy bien. Volver a los orígenes, poner en valor las
raíces.
Diversificar la economía dirían los
expertos, de modo sostenible.
Apoyar con créditos a los
emprendedores . Que el dinero vaya a ellos y no a los especuladores.
Que la burocracia no ahogue las
iniciativas. Que las leyes protejan a los más débiles frente al
monopolio.
Los brotes verdes tiene que venir, y
vendrán, por ésta vía.
Ojalá en un futuro dejemos de ser
camareros y nos convirtamos en turistas. Pero sobre una economía
asentada y no sobre una burbuja.
Ojalá no tengamos que quedarnos
''calladitos'' más.
Y podamos hablar todos sin miedo a
perder el poco puchero que nos queda del apartamento de Bárcenas en
Guadalmina.
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