“Si no puedes pagar 4,50€ por un kilo de calabacín ecológico
que en extensivo vale 1,20 en el mercado, eres un pobre ecológico”
“Los pesticidas y los abonos químicos provocan cáncer y todo
tipo de enfermedades”
“Luego las clases desfavorecidas enferman más. Como además,
no pueden pagar un seguro privado, colapsarán el Sistema público de Salud”
“Un sistema público de salud mal visto por la población,
cautivo y desarmado es insostenible”
“¡Privaticemos!”
Bien, puede que yo sea un exagerado alarmista y conspiranóico. De hecho he
empezado éste articulo así a posta. Quiero que presten atención, porque no ando
tan descaminado.
Los que tenemos una
edad recordamos perfectamente aspectos
de nuestra alimentación que como “todo
tiempo pasado fue mejor” nos parecen maravillosos.
De hecho la famosa “Dieta mediterránea” no es otra cosa que
la de nuestros padres y abuelos guisando ( que bonita palabra, guisar) con lo
que su geoeconomía les permitía:
productos de proximidad que prácticamente venían del productor al consumidor
con poca intermediación y estacionales.
Recordaremos al lechero distribuyendo la leche cruda o el
sabor de la fruta madurada en el árbol recogida un día antes, sin cámaras
frigoríficas ni encerado estético. Recordaremos el pan con un hoyo donde
poníamos un poquito de aceite y un poquito de azúcar para merendar o las papas
fritas con huevo y un filetito de magro una vez en semana. Recordaremos los
potajes y los pucheros. La cazuela de fideos o papas y el gazpachuelo. O el agua de las fuentes que
no sabía a cloro. Incluso difundiremos como la falta de higiene ( nos lavaban
una vez por semana) era saludable y nos hacía fuertes,
Pero no recordaremos, porque así lo quiere, gracias a Dios,
la memoria selectiva, las epidemias de fiebres de Malta por la falta de pasteurización
de la leche ( muy poca gente sabe que la COLEMA se construyó con ayuda de
UNICEF)
Tampoco que cuando en casa de nuestros abuelos se tenía
acceso a un huevo, a un solo huevo, ese era para el padre de familia que
trabajaba y aportaba el sustento económico
a la familia.
Ni que los potajes y los pucheros están hechos con la parte
más despreciada del despiece de las reses. O la cazuela de fideos con chirlas
de chupa y tira y pescado , en aquellos entonces, que nadie quería y era barato
( el rape, la sardina, el boquerón ).
No recordamos o no queremos recordar que sólo los domingos
se comía pollo.
O que la talla media de los españoles era muy inferior a la
actual.
O que se veían por las calle a niños con herrajes ortopédicos
por mor de la poliomielitis. ¡Y aún habrá “antivacunas”!
Había perros rabiosos por la calle y si te escalabraban en
una “pedreíta” podías contraer el tétanos.
Las mujeres parían en casa y la morbimortalidad maternal e
infantil era elevada. Las fiebres puerperales
eran frecuentes.
El agua podía transmitir el cólera y los piojos el tifus.
En fín no seguiré poniendo ejemplos y mucho menos datos
estadísticos de morbilidad y mortalidad.
Pero no, no todo pasado fue mejor.
Hoy en día asistimos a un movimiento mundial ( no se si coordinado o no, con intereses
espurios o no) que pretende hacernos creer que los avances científicos en
materia de salud nos están llevando a alejarnos de la “natural” . Lo ecológico
está de moda.
Me parece muy bien . Tenemos que reinventar la ciencia para
humanizarla más.
Pero de ningún modo podemos culpabilizarla y mucho
menos volver al pasado.
Los movimientos antivacuna, los partos “naturales”, el agua
o la leche “crudas”, los cultivos ecológicos sin control sanitario…pueden ser
más perjudiciales que beneficiosos.
Sin olvidar el impacto económico: Miren ustedes, si la
población tiene acceso a huevos baratos es porque hay granjas de gallinas
estabuladas. Si la leche está al alcance de todos es porque existe el ordeño
automático y si casi todos podemos permitirnos comer un solomillo de ternera de
vez en cuando, es porque les meten
antibióticos y hormonas. Si hay trigo
para todos es gracias a los pesticidas.
Cierto, que se puede hacer mejor, cierto. Pero mirando al
futuro, mejorando la calidad sin subir los precios, impidiendo que los avances
en materia nutricional beneficien sólo a unos pocos.
No estableciendo
una nueva clasificación poblacional
entre pobres y ricos nutricionales
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