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Málaga "comía" de mierda.



Hará  casi cincuenta  años de lo que voy a contar:
Gran parte de mi vida infantil transcurría en el jardín de El Ejido, entre Peritos y Magisterio.
Allí los niños pasábamos las horas comiendo pipas ( y tirando las cáscaras al suelo), jugando al “sota-caballo-rey”, al “espadar” (con espadas de madera que nos hacíamos con listones sobrantes de la carpintería de calle Los Negros esquina a Cruz verde) al “fútbol” con un balón viejo en un solar de al lado , donde ahora está la Iglesia del Buen Pastor, terreno neutral donde organizábamos torneos entre” La Cruz Verde CF” , el “CD Calle Los Negros” y el “Calle Carrión FC”. A veces también participaban el “Gota de Leche “ y el “Calle San Millán” ( al que apodábamos “Tierra de Gigantes” , por lo grande de los bloques).
A veces nos aventurábamos en la “Iglesia vieja” y otras se nos cruzaban los cables y organizábamos una “pedreíta” que generaba algún “escalabrao” que era atendido en la Casa Socorro de las Lagunillas.
Recuerdo que el jardín estaba cuidadísimo, muy limpio ( excepto las cáscaras de pipas) y las plantas bien cuidadas.
El responsable de aquello era el “ guarda”. Un señor uniformado con un correaje que le cruzaba el pecho con un gran medallón metálico en el centro.
Le teníamos un gran respeto, si no  cierto miedo. Para nosotros era una autoridad.
Así que nuestros juegos siempre eran respetuosos con el entorno . No se nos ocurría cortar una flor , entrar en los parterres a coger un balón que había caído era toda una aventura y no ensuciábamos apenas ( puede que porque no había nada con lo que ensuciar, salvo las pipas).
También hacíamos pintadas , con restos de escayola de cualquier obra cercana, sobre la acera.  O incluso sobre el asfalto. Le llamábamos “guiso” y era un juego de niñas o campo de fútbol de chapas con un garbanzo como balón y era un juego de niños.
Un barrendero con una escoba grande de juncos dejaba limpio aquello en un “pis pas”.

Un día, un niño apareció con un bote de Kanfort negro. A saber de donde los sacó , porque no todo el mundo tenía acceso a tal cosa, de hecho muchos era la primera vez que lo veían.
Eran tiempos de champú “Sindo” de huevo o brea  y colonia  a granel.
Lo cierto es que el niño utilizó el limpiacalzados  para escribir sobre el respaldo de uno de aquellos bancos verdes de hierro y madera.
No recuerdo el texto .
Pero al día siguiente , el “guarda” nos convocó a todos lo chaveas habituales, no puso alrededor del banco  junto al que había colocado un cubo de zinc lleno de agua. Casi sin mediar palabra nos repartió un trocito de estropajo de esparto a cada uno, echó un trozo de jabón verde en el interior del cubo, y con un giro de  cabeza dio la señal de comienzo.
Los niños metimos el estropajo en el cubo y bien mojadito, empezamos a frotar y frotar sobre  el respaldo de madera del banco  hasta que desapareció por completo todo rastro del primer “grafiti” que vieron mis ojos.
Aquella tarde no hubo fútbol, ni pedreítas , ni pipas. 
Nos dimos tal “tute” de limpiar que tácitamente nos confabulamos en que no íbamos a permitir nada igual en un futuro.
Que lejos estábamos de ni siquiera intuir la transición con sus pintadas y octavillas y mucho menos que pintar paredes y mobiliario urbano se iba a convertir en una arte y que un tal Bansky se iba a hacer millonario con ello.
Por supuesto los padres se mostraron conformes con la actitud del guardajardines.  Ni un reproche a él y sí a nosotros.
¿ Y a cuento de que viene todo esto? Se preguntará el lector ( si es que alguien me lee) .
Pues viene a cuento de cómo están las calles de Málaga en la actualidad y de cómo el triángulo autoridad (guarda)  eficiente servicio público (barrendero) y colaboración ciudadana ( niños ), es lo único que puede conseguir una Málaga más limpia.
Pero la autoridad ha dejado en manos privadas, ávidas de beneficio empresarial , el servicio público. Los barrenderos son sindicalistas más preocupados por  apretar al patrón que por ejecutar su trabajo con eficiencia  y los niños, todos nosotros, entendemos que nuestro estropajo de esparto ahora se llama impuestos. Y lo entendemos con razón. No con toda la razón, pero sí con mucha razón.
Y jugamos a pasarnos la pelota de al culpabilidad unos a otros en el campo de fútbol de los medios de comunicación y las redes sociales.
Y mientras tanto, Málaga sigue “comíamierda” por tierra, mar y aire.


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